Había una vez, un niñ@ pequeñ@ que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeñ@ y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande. Una mañana, la maestr@ dijo:
– Hoy vamos a hacer un dibujo.
– ¡Qué bien!- pensó el pequeñ@-.
Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestr@ dijo:
– ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar flores.
– ¡Qué bien! -pensó el niñ@.
Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestr@ dijo:
– ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! – y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde. Ahora -dijo- pueden comenzar. Seguir leyendo
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