La camisa del hombre felizEn cierto país… ¡muy lejos, muy lejos, muy lejos!, que de lejos que era no me acuerdo ni dónde era… Esto me lo contaba a mí, mi padre – que era muy viejo. Bueno, mi padre casi toda la vida se la ha pasado en el siglo pasado -, que había un rey que era muy, muy enfermizo. Y estaba cansado de ver médicos, todos los médicos de todos los países pasaban por su castillo a ver si podían curar al rey.

Total, llegó un médico, no sé de dónde, y le dijo:

-Este hombre lo que necesita es ponerse la camisa del hombre feliz, un hombre que sea feliz.

Y entonces fueron, ¡claro!. Naturalmente que fueron a buscar a la gente de dinero, los ricos: los condes, los duques, marqueses y esa gente que tuvieran, los fueran más felices, porque estaban más bien de dinero. Pues nada, no encontraban a ninguno feliz. En esa clase de, de la alta burguesía no encontraba ninguno feliz.

Entonces fueron a la clase media, y menos: todos tenían un conque para que no fueran felices. Unos por una cosa y otros por otra, ninguno era feliz. Y entonces, ya se fueron a la clase más baja, y tampoco. Y dice:

-Bueno, vamos a ir al campo, a ver si encontramos a un hombre que sea feliz.

Y se fueron buscando por el campo, y estuvieron muchos días buscando. Cuando ya llegaron a un sitio, encontraron a un hombre, ya viejo, mayor, y su mujer. Vivían allí en una chocita, en una casita del campo. Tenían un huertecito, unas poquitas de gallinas, tenían dos cabritas. Tenían un cachito de tierra para sembrar cereales, maíz, cositas de ésas. Y allí estaban con su ganadito, y ellos tenían de todo, porque tenían su huertecito. Comían cereales, fruta y verdura. Con la leche de las cabritas, hacían su quesito, con los huevecitos iban, los vendían en el pueblo y compraban ropa y eso, en fin, lo más imprescindible. Pero vivían muy bien. Entonces llegaron allí, y le dijeron:

-Vamos a ver. Venimos buscando un hombre que sea feliz. ¿Usted es feliz?

– Sí, señor, yo soy feliz.

Bueno, usted, viviendo aquí en esta mísera casa tan, ¡casita tan mísera que parece una ruina!

– Pues mire usted, yo tengo de todo, para comer, para mí y para mi mujer. Y yo vivo feliz.

Entonces lo hemos encontrado. Mire usted, es que pasa lo siguiente: que el rey se ha puesto malo y ha venido un médico de otro país, y le ha mandado la camisa del hombre feliz.

– Pues mire, yo… yo es que no le puedo servir.

¡Cómo que no! Si es para el rey. Es para su rey. Usted lo tiene que servir.

– Es que no puedo… no puedo servirlo.

Pero ¿por qué? Si es que usted tiene la obligación de servirlo.

– Sí,… si que tengo la obligación de servirlo, pero es que yo no tengo camisa.